LA SOCIEDAD HISPANO AMERICANA

La Sociedad “Hispano-Americana” Inurrieta y Compañía se constituyó como sociedad mercantil colectiva mediante escritura el 30 de enero de 1917. Sus dos socios fundadores son Juan Inurrieta, industrial, y Eugenio Insausti, comerciante (1). El objeto social es la “explotación de venta a plazos y al contado de pianos, pianolas, armonios, órganos, rollos, máquinas de escribir y sus accesorios y similares”.

En el Boletín Oficial de la Propiedad Industrial, con fecha del 1 de septiembre de 1917, presentaron la solicitud de registro de la marca comercial número 31.105, que consistía en la denominación «Sociedad Hispano Americana». Un mes después, se les otorgó también el nombre comercial «La Hispano Americana» bajo el número 3.712.

El capital social inicial fue aportado de manera equitativa por ambos socios, si bien se acordó que Eugenio Insausti se encargaría de la gestión administrativa, contable y otros asuntos internos, mientras que Juan Inurrieta se responsabilizaría de la gestión de pedidos de los artículos y de cualquier asunto de carácter técnico. Además, se decidió que la gerencia administrativa sería compartida por ambos socios.

En los estatutos de la sociedad se reflejó la autorización para que Juan Inurrieta continuara con su negocio (2), pero con ciertas limitaciones, entre las que se incluía la restricción de no poder comerciar con pianos, armonios, órganos y rollos de la empresa W.W. Kimball y Compañía de Chicago, Estados Unidos, entre otras restricciones. Esta empresa americana era una marca de prestigio que la Sociedad Hispano-Americana tendría en exclusiva en España.

La sociedad, con su sede ubicada en la Avenida de la Libertad, número 27, se dedica a la comercialización de los rollos de pianola «Ideal» diseñados para pianos automáticos de 65 y 88 notas. En el año 1918, la empresa ya había establecido agencias tanto en Madrid, ubicada en la calle Fuencarral, como en Barcelona, específicamente en la calle José A. Clavé. Sus anuncios en periódicos y revistas de la época promocionaban la posibilidad de adquirir estos rollos tanto a plazos, con un plazo de 20 meses, como al contado con un atractivo descuento del 15%.

En su extenso catálogo, que incluía más de mil rollos, destacaban no solo los clásicos universales y la música española, sino también obras de música vasca, como Ezpata dantzaAurresku y la Marcha de San Ignacio de Marcos de Alcorta. Además, ofrecían fragmentos de la ópera Marina de Emilio ArrietaAnhelos de Bartolomé de ErcillaMamita de Juan GuelbenzuGuernikako Arbola de José M.ª IparraguirreLa Paloma de Sebastián Iradier, varias mazurcas, fantasías y jotas de Joaquín LarreglaBasconia de Antonio Peña y GoñiCapricho vascongado y otras obras de Pablo Sarasate. También se destacaban composiciones populares, como el célebre zortziko La del pañuelo rojo de Ignacio Tabuyo, la Pantomima de Las Golondrinas de José M.ª Usandizaga, y el zortziko Aritzari de Dámaso Zabalza.

En 1920, ambos socios se reunieron con el propósito de enmendar los estatutos a fin de prolongar la vigencia de la sociedad hasta el 31 de diciembre de 1925, especificando que la misma «no podrá disolverse ni rescindirse por ninguna razón». Esta modificación respondió al acuerdo establecido con Don Filomeno Acía y Urra, quien realizó una sustancial aportación de fondos a la sociedad bajo la modalidad de «comandita».

En 1922, se efectuó otro cambio significativo. Los dos socios gerentes otorgaron un amplio poder general a Don Baltasar Reparaz Arizpe, quien asumió la responsabilidad como apoderado de las operaciones financieras a partir de ese momento. Durante este año, procedieron a registrar bajo el número 6.005 una nueva versión de la marca «Sociedad Hispano Americana,» que incluía representaciones en toda España, abarcando ciudades como Madrid, Barcelona, Zaragoza, Bilbao, Valencia, Sevilla, Córdoba, Cádiz, Málaga, León, Palencia, Oviedo, Gijón, Almería, Granada, Murcia, La Coruña, Vigo y Santander. Además, en 1923, se registró una etiqueta rectangular como marca con el número 51.619, en la que se destacaba un joven vestido de botones sosteniendo carteles de propaganda con artículos en venta de la Sociedad Hispano-Americana (3).

En ese mismo año, el 16 de junio de 1923, falleció Eugenio Insausti. Al mes siguiente, Juan Inurrieta firmó el acuerdo de disolución de la sociedad con la viuda de Insausti, Ramona Arriola (4). A partir del 3 de julio de 1923, la sociedad dejó de operar. Los motivos que se alegan para su disolución incluyen la pérdida completa del capital social, según el resultado del último balance efectuado el 10 de junio. Además, Ramona Arriola expresó su deseo de no mantener su participación en la sociedad. También se acordó que el socio Juan Inurrieta se encargaría de la liquidación de la sociedad, asumiendo el activo y pasivo, con la responsabilidad de “responder por sí solo del cumplimiento de las obligaciones sociales pendientes del pasivo, que sobrepasaban al activo, dejando completamente exentos de toda responsabilidad a los herederos y derecho habientes del Señor Insausti”. Esto eximía por completo de toda obligación a la viuda y sucesores de Don Insausti. Se procedió a liquidar el capital que Don Filomeno Acía había aportado a la sociedad, junto con los beneficios correspondientes.

El 27 de septiembre de 1923 se registró la escritura de disolución, y curiosamente, en ningún momento se hace mención al acuerdo que se había firmado meses antes, el 17 de enero de 1923, con la Columbia Graphophone Company Ltd. de Londres. Lo que es más, se siguió utilizando el nombre de la sociedad disuelta durante un tiempo. En 1924, Juan Inurrieta, en su rol de Director Gerente de la Sociedad Hispano Americana, solicitó bajo el número 54.022 la marca «Bristoll» para distinguir armas de fuego. Asimismo, en su papel de Director Gerente de la Sociedad Anónima Columbia Graphophone Company, registró bajo el número 54.921 la marca «Regal» para identificar máquinas parlantes, discos, agujas y accesorios.

El 10 de febrero de 1925, Eduardo Vega de Seoane, actuando en representación de la sociedad Columbia G.C., firmó un documento dirigido al Ayuntamiento de San Sebastián. Este documento hacía referencia a la propiedad de 2/3 de un terreno de 4.050 m2 y 89 dm2 pro indiviso ubicado en los terrenos de Balda del Antiguo, en la zona del ensanche proyectado. El otro tercio de esta propiedad era de Andrés Peña Elosegui, quien había adquirido su parte el 22 de julio de 1921 de Salustiano Loinaz. Este terreno, evidentemente, era el mismo que Loinaz e Inurrieta habían comprado en 1917 para la explotación del Pathéfono.

Sobre estas 2/3 partes de la propiedad, había hipotecas con el «Banco Español de Río de la Plata» y el «Banco Urquijo» como garantía de las deudas contraídas con estas instituciones bancarias. El terreno se vería afectado por el proyecto del ensanche del barrio del Antiguo de San Sebastián (5). Una parte quedaría ocupada por el proyecto de la Avenida de Eustasio Amilibia y otra parte por la proyectada plaza circular, además del trazado de otras calles. Solo un pequeño terreno quedaría fuera de las necesidades del plan. Vega de Seoane solicitó la expropiación de la totalidad del terreno, dado que la pequeña parte que quedaba fuera del proyecto resultaría inutilizable para cualquier actividad.

(1) Eugenio Insausti junto a Leclercq era dueño de la empresa galletera “La Cantábrica”
(2) En enero de 1919 Inurrieta y Cª, en la Avenida 27, se anuncia como agente para la venta del automóvil “Chevrolet”
(3) Una variante de esta marca se intentará registrar en 1924 con el n.º 53.307 por dicha sociedad pero con sede en Madrid, que será denegada en 1927.
(4) Ramona Arriola, vda. de Inchausti, fue patrona y administradora de la Fundación Passamán. Se marchó tras el golpe de estado de 1936 y nuca más regresó. En: Zapirain, David ; Irixoa, Iago. Pasaia: desarrollo urbano. Pasaia: Udala, 2011. p. 88-89.
(5) Bajo este terreno, que pasa a ser propiedad del Ayuntamiento, existía un pozo y una tubería que abastecía de manera irregular tanto a la fábrica de hielo como a la de discos. Esto origina un importante conflicto que queda recogido en el diario El Día de 1935 con el título de “El Expediente Inurrieta”