
Conclusiones
A lo largo de estas páginas, hemos llevado a cabo un somero recorrido por la historia del diseño de carátulas de discos editados por algunos de los sellos más significativos de Euskal Herria desde la segunda mitad del siglo XX. A diferencia de algunos planteamientos que se centran en el hito musical, entendido este en términos de éxito comercial o de popularidad, en este caso se ha intentado incidir en aquellas manifestaciones que, desde el ámbito de la creación o del diseño gráfico resultan más relevantes. En muchos casos, la confluencia del hito musical y de la calidad gráfica es un hecho, pero en otras, esta línea de exploración nos ha servido para rescatar y dar a conocer trabajos que merecen un reconocimiento en el campo de la gráfica. Así, el especial hincapié en estos creadores y creadoras responde al un denodado interés por llevar a cabo una puesta en valor del trabajo de quienes, en definitiva, han convertido muchos de nuestros discos en objetos visualmente atractivos.

Las carátulas de los discos, al igual que mucho del contenido musical al que acompañan, nos hablan de aquello que nos rodea, nos preocupa y nos hace sentir. Por eso, sus portadas reclaman nuestra atención mediante imágenes poéticas, subversivas, artísticas, viscerales, críticas, líricas, violentas o escandalosas. Sea cual sea el caráter de su diseño, lo cierto es que, en líneas generales, existe cierta coherencia entre la atmósfera de la carátula y su contenido musical. Por ello, este elemento se transforma en una fuente documental que nos habla del devenir de la música, de los cambiantes hábitos de consumo en torno a ella, así como de la propia industria musical. No olvidemos que más allá del choque que supondría el visionado simultáneo de las portadas de populares discos como Salve de La Polla Records, Lau-Bost de Mikel Laboa, Barrio conflictivo de Barrikada o Hau Hermosurie! de Oskorri, estas cuatro portadas de 1984 nos hablan de la coexistencia de realidades musicales muy diferentes.
No terminaré este apartado sin puntualizar que las reflexiones y aportaciones plasmadas en estas páginas no son más que la punta del iceberg de un tema que merece la pena ser abordado con mayor profundidad. De hecho, más allá de la línea seguida en este trabajo, este tema admite un estudio transversal desde muchos otros campos como la sociología, el marketing o la teoría de la comunicación.
Desde el nacimiento e implantación del diseño de carátulas de discos, allá por los años cuarenta, muchos han sido los cambios que se han operado en la industria discográfica. Así, tras cuatro décadas de hegemonía del vinilo, en los años ochenta, este dejaba paso al disco compacto y, a mediados de la década de los 2000, las descargas digitales eran una realidad que se acabaría imponiendo con el tiempo. El paso del LP al CD en los años ochenta, conllevó una necesaria adaptación por parte de los artistas y diseñadores que vieron cómo el soporte y, por añadidura, el formato de sus trabajos, cambiaba sustancialmente. Lejos de augurar cuál será el futuro del diseño en este campo, debo confesar que, en estos tiempos de descargas instantáneas y almacenamiento digital, sigo necesitando otro tipo de experiencia estética; pues aunque es evidente que existen otros muchos medios que alimentan la vertiente visual del producto musical, soy de esos románticos que no se resigna a perder la relación físico-afectiva con el objeto, con ese disco escuchado en bucle y cuya portada, funda y cuadernillo, siempre acababan desgastados por el uso.