LA ROSARIO O LA RAMBLA DE FIN DE SIGLO (1939)
Obra en la que se muestran estampas de la vida de Barcelona del siglo XIX. Estrenada junto al sainete madrileño Cuidado con la Pintura en Valencia, donde reside su familia desde 1937 y a donde regresa tras dirigir su último concierto en el Teatro Español como director de la Banda Municipal de Madrid.
Residiendo en esta ciudad, pide a sus colaboradores, Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw, que le envíen el libreto de la obra para empezar a componer su música. El libreto le desilusiona, «me pareció falso, sobre todo la trama», cuenta en sus memorias. A Romero no le gusta este juicio del compositor, quién a pesar de su decepción, trabaja en la música del sainete durante 1938. Se estrena en Valencia y Barcelona, pero no en Madrid. Tras la guerra, el propio Federico Romero le pide al compositor que no estrene ahí la obra, aunque su motivo no es otro que el miedo a la censura, que en Barcelona ya había suprimido una escena.
La crítica, tras el estreno en Barcelona que dirige el propio Pablo Sorozábal, es severa:
«… échase de menos una visión ajustada, cuando no de elevada fuerza evocativa, del ambiente y de los tipos que se nos presentan. Desde el escaso vigor de la nota cómica hasta las anárquicas tintas de la trágica, pasando por esa inadmisible y peregrina creación del “criminal honrado” , cuya defensa asume la protagonista, con desdichada y poco edificante vehemencia, no hay manera de descubrir, a través de los absurdos yerros, la personalidad de los distinguidos escritores que firman el libro.» (Hoja oficial de la provincia de Barcelona, 26/02/1940)
FICHA TÉCNICA
Rev. 1977
Sainete lírico catalán en un acto.
Libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw.
Personajes: Rosario, Mercedes, Cinta, Señora de «Plá y Solé», Marieta Enfariñada, Una nodriza, Ramón, Arriola, Girona el Pobre, Garriga, León, Canelo, Pareja, Un lacayo, Un municipal, Pollo 1º, Pollo 2º, Pollo 3º, pollo 4º, Un soldado, El novio de Mercedes, Un blanqueador, Un farolero, obreras, obreros, municipales, vecinas y transeúntes.
Orquesta: I+I.I.I.I – 2.I.2.0 – arp – perc – cu
ARGUMENTO
Libreto: Archivo Guillermo Fernández Shaw (Fundación Juan March)
Al atardecer de un día de mayo de 1897. Es casi de noche. Se ha ido el sol y todavía no ha venido el farolero. Una vaga penumbra envuelve la escena. Estamos en la Rambla de San José, que el vulgo, y hasta la gente fina, llama de las Flores, y por fijar un sitio, digamos que frente al número 16 que sirve de fondo.
Antes de alzarse el telón se oye un estampido. Tras levantarse el telón aparece un cuadro desolador: las sillas tumbadas en el suelo, los cestos de flores volcados también. Hay por tierra algunos objetos esparcidos: bastones, sombrillas de señora,… En la copa del árbol, Garriga, un joven mozo barcelonés, enclenque, con barretina en la cabeza.
En el suelo y con sus periódicos pisoteados se encuentra Marieta Enfarinada, vieja mujer del pueblo. Rosario, una gallarda mujer de unos 30 años, defiende con su cuerpo su puesto de flores. Girona «El Pobre», hombre de aspecto caballeroso y ropa de buen corte, aunque deslucida, permanece impertérrito en un banco. Algunas personas cruzan la escena corriendo.
Una nodriza lujosamente ataviada, con un niño de pecho en brazos, la cofia ladeada y el delantal medio raído sale apurada, busca a otros dos niños que ha perdido. Cinta, una mujer cincuentona, madre del «hedonista» Garriga, que regenta el otro puesto de flores, sale a escena. Cinta y Rosario acuden en ayuda de Marieta. Con la ayuda de Garriga, Rosario recoge los periódicos y Cinta lleva a Marieta a la silla de su puesto.
Aparece un farolero, que enciende un farol de escena y, con satisfacción, Girona «El Pobre» se dispone a leer el periódico. Mientras, varios guardias municipales van echando a unos canastos los objetos que recogen del suelo. Rosario y Garriga les preguntan sobre lo ocurrido y se mofan de su ignorancia.
Un lacayo, que sale de un coche de lujo, le da un sobre a Girona de parte de Ramona. Sale una pareja de guardias que habla con acento andaluz.
Mercedes, obrera de fábrica y hermana de Rosario, pasea con su novio, un rico señorito. Los dos van muy acaramelados.
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Ramón sale a escena, pálido, vistiendo un traje decente de obrero y llevando en el alma todo el peso de un gran desengaño. Rosario, alarmada, le pregunta de dónde viene. Ramón le confiesa que es él quien ha puesto la bomba y, deshecho, le pide que haga con él lo que quiera.
Comienza un dúo. Ramón le cuenta lo ocurrido. La bomba estaba pensada para estallar al paso de un hombre, el rico acompañante de Mercedes, pero esa tarde no pasó por ahí, y en su lugar lo hizo una pobre criatura. Al ver lo ocurrido, huyó desesperado. Rosario se apiada de Ramón. Intenta calmarle y decide esconderle. De repente irrumpen en la escena León y Canelo, los policías de la secreta. Rosario le pide a Ramón que se siente y disimule. Los dos policías se sientan a ambos lados de Ramón. Rosario lo presenta como su primo Salvador y charlan durante unos minutos. Sale Marieta pidiendo limosna, y los policías tratan de intimidarla. Ella les contesta que mejor harían en buscar al autor del atentado. Es entonces cuando los dos policías empiezan a dar crédito a lo que hasta entonces habían considerado rumores y se marchan rápidamente. Ramón respira, aliviado.
Aparecen por la derecha cuatro pollos con frac de camino al Liceo, quienes se paran a comprar unos claveles. Mientras Rosario se los coloca en el ojal, Ramón se lamenta de que nunca ha podido disfrutar de ninguna alegría en la vida.
Aparece Garriga trasladando un armario ropero y Ramón se presta a ayudarlo. Los dos se marchan y Rosario se queda sola.
Llega Arriola, un marino mercante vasco de cincuenta años, patillas canosas y cutis yodado. Tiene un aire simpático, y en su seriedad, resulta un hombre cordial y amable, con un gran fondo romántico.
Siempre que llega de la mar al puerto de Barcelona, visita a Rosario para comprarle un ramo de flores. Arriola, que parte de nuevo al día siguiente, le propone a Rosario que se marche con él, pero ella lo rechaza dulcemente, pues sabe que añoraría demasiado Barcelona. Sin embargo, le pide que se lleve en su lugar a Ramón. Le confiesa que era novio de su hermana y que, aunque ha cometido algo terrible, es un hombre honrado. Arriola confía en Rosario y acepta llevárselo en el barco.
Rosario se queda sola en el puesto. Aparecen muy alteradas Mercedes y Cinta con dos vecinas para darle la noticia de la identidad del niño muerto por la bomba. Rosario da un grito de dolor y llora.
ESTRENO
Teatro Apolo, Valencia – 09.12.1939