Transformaste mi obra,
en obra tuya de precisas arquitecturas musicales.
Inventaste los sonidos de los rojos y los
ocres que yo pinté,
el sonido de los brillos de los amarillos…
[…]
[…]
la música te iba creciendo imaginada para aquella
larga letanía de formas y colores:
una Historia que comienza con la física creación
del Universo… y termina en el Presbiterio, con
la metafísica Resurrección de Cristo.